Pasó el 21 de diciembre, sin pena ni gloria.
Comenzó una nueva era según el calendario de los mayas, y con
ella, las buenas intenciones, incumplidas en el mismo día, como suele pasar con
los propósitos de año nuevo.
Lo que destacaría de ese día fue el sol, un sol impropio del
primer día de invierno, casi diría que maligno, pues había en él una fuerza que
nunca antes (ni en los días más calurosos del verano) había visto ni sentido, algo
diferente (quizás sea por las tormentas solares…). Lo cierto es que pensé que
era el sol que luciría en caso de ser de verdad el día del fin del mundo.
Pero quien sabe… quizás si lo fuera… o un aviso de que en esta
nueva era no sirve continuar como siempre, bajo los dictados del ego y
venerando un status quo caduco y enfermo.
No, las cosas no van a mejorar, porque la Madre Tierra ha dicho basta,
estamos llegando a un punto de no retorno y si queremos seguir el camino de la
autodestrucción nadie nos los va a impedir, en respeto al sagrado libre
albedrío, pero la Tierra
no tiene porque correr la misma suerte y de hecho no lo hará. Terremotos,
diluvios, glaciaciones… son muchos los recursos que posee para acabar con
nuestra locura.
Ha comenzado una nueva era, de nosotros depende que sea la era
en la que el ser humano alcance la iluminación, dando lugar a una Edad de Oro o
que sigamos en una espiral de dolor, apegándonos a nuestro ego y a nuestros
miedos, sometidos a las sombras, empeñándonos en permanecer perdidos en nuestra
ceguera, en vez de simplemente abrir los ojos y ver y comprender la única
verdad: todo existe y es por el Amor, que es la fuerza que rige el universo y
la única ley que debemos seguir.
¿Por qué a veces sentimos un malestar interior? Porque sabemos
que no estamos haciendo lo que debiéramos, al contrario, actuamos en contra de
nuestra propia voz interior, acallada por nosotros mismos y por el mundo. Y hay
algo dentro de nosotros que pugna por salir: es nuestra luz, que quiere
manifestarse en todo su esplendor, el amor, que necesita entregarse para poder
ser.
Detengamos nuestra mente todos los días, aunque sean pocos
minutos al principio, y en el silencio las dudas irán disipándose como las
nubes de tormenta. PERO NO ESPEREMOS al próximo día señalado, HAY QUE EMPEZAR
AHORA, PORQUE SOLO EXISTE EL AHORA. Y así, un día por fin veremos el sol y ya despiertos
percibiremos un nuevo mundo en el que el único Dios posible es el Amor.